¿Qué hace que te levantes cada mañana para ir a tu lugar de trabajo o encender el pc?
Si has llegado hasta aquí es que te estás haciendo esta pregunta clave: ¿Por qué trabajamos?
¿Por qué nos “arrastramos” fuera de la cama cada mañana en lugar de vivir una aventura tras otra y llenar nuestro día de placeres y diversión?
Menuda pregunta tan tonta. Trabajamos porque tenemos que ganarnos la vida. Por supuesto, pero ¿es eso realmente así?
Pues claro que no.
Cuando a las personas que se sienten realizadas con su trabajo se les pregunta por qué hacen el trabajo que hacen, el dinero casi nunca es la respuesta. De hecho, la lista de argumentos no monetarios que dan para hacer su trabajo es larga y fascinante.
Según diversos expertos y estudios como el realizado por Barry Schwarz, catedrático de teoría social, los trabajadores satisfechos se sienten atraídos por su trabajo hasta el punto en que "se pierden en él". No permanentemente, claro está, pero sí con la suficiente frecuencia como para que sea importante para ell@s. De esta manera al realizar su trabajo alcanzan con frecuencia lo se conoce como estado de "FLOW".
Las personas satisfech@s encuentran un estímulo en su trabajo que les lleva a moverse y salir de sus zonas de comodidad. Estas personas afortunadas piensan que el trabajo que hacen es divertido, a menudo igual de divertido que jugar a un juego de mesa o practicar algún deporte.
Entonces, si no es por el dinero ni para ganarse la vida (qué poco me gusta esta expresión) ¿Por qué otras razones trabaja la gente?
Lo hacen por 3 grandes razones:
Las personas satisfechas realizan su trabajo porque sienten que tienen poder decisión. Lo hacen de manera voluntaria y sienten que el trabajo que realizan les ofrece cierta autonomía. Esto lo aprovechan para aprender cosas nuevas y alcanzar un nivel de maestría que les hace crecer y desarrollarse como profesionales y como personas.
Estas personas también realizan su trabajo porque hacerlo es una oportunidad para desarrollar un sentimiento de pertenencia y adquirir un compromiso social. Muchas de las tareas que llevan a cabo las hacen como integrantes de un equipo, e incluso cuando trabajan solas, tienen oportunidades de sobra para entablar relaciones sociales durante el trabajo y alrededor de él.
Por último, estos individuos están satisfechos con sus trabajos porque les parece que lo que hacen es importante. Posiblemente, su trabajo influye en el mundo; hace que las vidas de las demás personas sean mejores; y en algunos casos mejoran las vidas ajenas en aspectos que son trascendentes y significativos.
Son estas características las que hacen que salgamos de casa cada mañana, nos llevemos el trabajo a casa, nos animemos a hablar de nuestro trabajo con los demás y hasta nos resulte molesta la idea de jubilarnos.
No trabajaríamos si no nos pagaran, pero ese no es el quid de la cuestión de que hagamos lo que hacemos. Y, en general, pensamos que las recompensas materiales son una razón bastante mala para trabajar. De hecho, cuando decimos de alguien que «se dedica a eso por dinero», no estamos siendo meramente descriptivos; estamos emitiendo un juicio. Y no es un buen juicio precisamente.
¿Has pensado esto alguna vez sobre alguien? Estoy convencido de que sí.
Estas diferentes fuentes de satisfacción laboral provocan algunas preguntas de gran relevancia:
¿A qué se debe que para una abrumadora mayoría de personas en todo el mundo el trabajo tenga poco o nada que ver con las 3 características que he mencionado?
¿Por qué motivo para la mayoría de nosotros el trabajo es sinónimo de monotonía, inutilidad y estancamiento?
Vamos con algunos datos que pueden arrojar algo de luz entre tanta oscuridad.
Según un vasto informe publicado en el año 2021 por Gallup, una empresa de encuestas que elabora un informe anual sobre la satisfacción laboral, en el mundo hay el doble de trabajadores «activamente desinteresados» que trabajadores «involucrados» a los que les gustan sus trabajos.
Gallup lleva casi veinte años evaluando la satisfacción laboral internacional y en la edición más reciente la encuesta reveló que solo el 13 por ciento de los trabajadores se sentían atraídos por sus empleos.
Esos pocos individuos sentían pasión por su trabajo y dedicaban sus días a contribuir al avance de sus empresas.
En cambio, la inmensa mayoría de personas, alrededor del 63 por ciento, no estamos comprometidas con lo que hacemos. Nos comportamos cómo sonámbulos que consumen sus días uno tras otro y dedican la mayoría de su tiempo a trabajos que no nos aportan nada y que carecen de sentido para nosotros.
El resto estamos activamente desinteresados, y en realidad odiamos nuestros trabajos.
En otras palabras, a menudo el trabajo es más una fuente de frustración que de satisfacción para casi el 90 por ciento de los trabajadores del mundo.
Considera la pérdida social, emocional y económica que este dato estadístico representa. El 90 por ciento de los adultos pasan la mitad de su vida consciente haciendo cosas que preferirían no estar haciendo en lugares en los que preferirían no estar.
Abrumador ¿verdad?
Esta es la realidad por la que trabajadores de todo el mundo que van a trabajar a diario por un único motivo: el sueldo. Por mucho que intentan encontrar un significado, un estímulo o alguna posibilidad de autonomía, su situación laboral los frustra. Su manera de entender su trabajo y cómo está estructurado hace que hayan realmente muy pocas razones para hacerlo aparte del sueldo.
La oportunidad de hacer nuestro trabajo «bien», de hacer todo lo posible, de sentirnos alentados a la mejora y el aprendizaje, de sentirnos apreciados por los compañeros de trabajo y los superiores, de sentir que nuestras opiniones se valoran, de que lo que hacemos es importante y contribuye a la sociedad y de que tenemos buenos amigos en el trabajo son, todos, aspectos a los que aspiramos.
Y si para la grandísima mayoría de las personas, el trabajo es “insatisfactorio o muy insatisfactorio” la pregunta es: ¿POR QUÉ?
¿Tú qué crees? Te leo en comentarios.
Commentaires